miércoles, 31 de octubre de 2007

Bajo una pequeña estrella


Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos, cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica porque yo mismo me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas
y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.

Wislawa Szymborska - Premio Nobel de Literatura 1996

La belleza de lo efímero


Nos atrae su poder, su capacidad de transformación escondida, su misterio. Un suceso fugaz, un pestañeo del pensamiento, una vuelta de tuerca emocional pueden ser definitivos.
Un día alguien ve una foto en un periódico y su vida se transforma, ¿no es impresionante? Ahora mismo evoco la fugacidad de un rayo de luna en una escalera, el olor de los jazmines de Granada, un roce delicado de una piel. También recuerdo el impacto que causaron en mí una mirada de angustia, cierta palabra inoportuna o aquellos tres minutos interminables, cuando me tragaba el mar y no había arriba, ni abajo, solo oscuridad, arena, golpes y miedo. Si lo pequeño es infinitamente divisible, como sabían bien Aquiles y la tortuga, lo efímero puede ser infinitamente duradero.
Un segundo puede permanecer para siempre en la memoria. En un instante se gana la gloria, en un segundo se pierde una vida, ¿hay algo más permanente? Está claro, lo efímero es fascinante. Algunos hombres regalan plantas en vez de flores porque duran más, pero a algunas mujeres nos gustan las flores porque duran menos.
Lo duradero debe ser el optimismo, la esperanza, la curiosidad, el amor…, pero no otras cosas, como los objetos que permanecen mucho tiempo en el mismo sitio, o como las toallas demasiado fieles. Hay cosas que tienen que durar poco, algunas deben durar poquísimo. En 13 minutos se sale de la atmósfera en un cohete espacial; tres minutos más seguro que serían insoportables. La fugacidad es una cualidad necesaria, sin la cual se desvirtuarían ciertas conductas.
¿Cuánto tiene que durar un abrazo? ¿Acaso si es prolongado es más cariñoso o solo es más asfixiante? Las personas que tienen talento corporal saben decir mucho en un segundo de intensidad. Una sola palabra cabalgando en una mirada es efímera mientras se ejecuta, pero puede ser un dardo envenenado de ternura.
En fin, hace tiempo que se rompió la hegemonía de la fuerza sobre la delicadeza. Ya es hora de desbancar el poder de lo duradero. En la dialéctica de los filósofos griegos, entre lo que permanece y lo que cambia, lo tengo claro… lo seductor es que sea imposible bañarse dos veces en el mismo río.
Pilar Varela

lunes, 29 de octubre de 2007

Soliloquio de Hamlet (Ser o no ser)


¡Ser, o no ser, es la cuestión!
¿Qué debe más dignamente optar el alma noble
entre sufrir de la fortuna impía el porfiador rigor,
o rebelarse contra un mar de desdichas,
y afrontándolo desaparecer con ellas?

Morir, dormir, no despertar nunca más,
poder decir todo acabó;
en un sueño sepultar para siempre
los dolores del corazón,
los mil y mil quebrantos
que heredó nuestra carne,
¡quién no ansiara concluir así!

¡Morir... quedar dormidos...
Dormir... tal vez soñar!
¡Ay! allí hay algo que detiene al mejor.
Cuando del mundo no percibamos ni un rumor,
¡qué sueños vendrán en ese sueño de la muerte!
Eso es, eso es lo que hace el infortunio planta de larga vida.

¿Quién querría sufrir del tiempo el implacable azote,
del fuerte la injusticia,
del soberbio el áspero desdén,
las amarguras del amor despreciado,
las demoras de la ley,
del empleado la insolencia,
la hostilidad que los mezquinos juran al mérito pacífico,
pudiendo de tanto mal librarse él mismo,
alzando una punta de acero?

¿Quién querría seguir cargando
en la cansada vida su fardo abrumador?...
Pero hay espanto ¡allá del otro lado de la tumba!
La muerte, aquel país que todavía está por descubrirse,
país de cuya lóbrega frontera ningún viajero regresó,
perturba la voluntad,
y a todos nos decide
a soportar los males que sabemos
antes que ir a buscar lo que ignoramos.

Así, ¡oh conciencia!,
de nosotros todos haces unos cobardes,
y la ardiente resolución original
decae al pálido mirar del pensamiento.
Así también enérgicas empresas,
de trascendencia inmensa,
a esa mirada torcieron rumbo,
y sin acción murieron.

William Shakespeare

A propósito del cambio climático


El cambio climático ha alcanzado carácter de dogma y a su alrededor ha crecido una religión con sus rituales, sus feligreses, sus pecados y sus condenas. Que el Gran Oficiante de esta nueva creencia sea Al Gore no viene sino a confirmar su carácter de patraña y coartada total.
Afiliarse en la defensa del planeta, combatir el agujero de ozono, ducharse deprisa o desconectar la calefacción, va creando un ejército revolucionario de salvación cuyo cariz infantil recuerda los juegos de guardería y los entretenimientos de los hippies en sus versiones más indolentes respecto a la justicia social.
No hay nada como acentuar las amenazas que sufre la Humanidad para perder de vista sus males presentes. El mundo puede sucumbir si no se modifica la relación con los lagos, el aire, los animales y de ello se deriva un descuido de la desorganización política del mundo. La biodiversidad sustituye a la democracia, tirar una pila al suelo se iguala a un inefable delito, no defender la supervivencia de los linces hunde en el mayor descrédito al ayuntamiento o la administración. Y lo que es más rotundo: no implicarse activamente y emocionalmente en la defensa del planeta significa acaso carecer de principios cuando no de hallarse inscrito entre los individuos sospechosos de todo lo peor. El crimen incluido.

Vicente Verdú

domingo, 28 de octubre de 2007

El azar


Estamos pensando intensamente en alguien y esa persona, de repente, aparece entre la muchedumbre. Los racionalistas explican este prodigio a través de la ecuación contraria al virtual misterio de la aparición. No surge aquella persona porque nuestro pensamiento la evoca con mucha fuerza sino que la persona se halla previamente allí y sólo es nuestra extremada alerta quien la detecta.
De este modo, el mundo se desencanta y en su continuación mostrará una sucesión de secuencias con mediocre entusiasmo para los seres humanos. Como le sucede a los mismos animales, se come y se complace en los campos donde hay pasto, se ayuna y se pena en los territorios estériles o ralos. El mundo y la vida que discurre en el interior de ese universo se comporta como un simple artilugio mecánico y en absoluto como un sortilegio.
La casualidad, la serendipity, constituía en el ámbito de la fe el último y más socorrido reducto para creer en la intervención mágica. Pero si la casualidad, la coincidencia, lo fortuito pierden su naturaleza milagrosa ¿qué nos queda esperar? ¿tan sólo el resultado de la concatenación entre la actuación y el resultado, el encadenamiento entre la siembra y la cosecha, la hoz y el grano, la esforzada carrera y la anticipada meta?
Sin azar la vida pierde gran parte de su mejor interés. Negar, por tanto, las explicaciones lógicas, la concatenación causa-efecto, la ordinaria relación espacio-tiempo, se convierte así en un afán imprescindible para defender el superior valor de la vida y lo que es más decisivo: su irracionalidad y su sinsentido.
Vicente Verdú

sábado, 27 de octubre de 2007

Somos...


Hombres o mujeres, de izquierdas o conservadores, sureños o del norte, más de carne o más de pescado, de mar o montaña, de coca-cola o pepsi. Algunas definiciones se complican más: somos niños, adolescentes o adultos, del Atlético, del Barça o del Real Madrid, leemos el ABC, El Mundo o El País, creyentes, ateos o agnósticos.

Cada etiqueta se suma a las anteriores, y crean un perfil excluyente pero no complejo. Al contrario, cada elección nos simplifica la vida, como si nos colocáramos, obedientemente, en estanterías y carpetas, dispuestos para que nos dieran lo que necesitamos. O a exigir lo que nos falta para la siguiente escalada, de tramo en tramo.

Y necesitamos maquinillas de afeitar azules, o de depilar, rosas; complicidad socialista o alusiones de derechas, chistes de Lepe o de Bilbao, chuletones o besugo, Torrevieja o Jaca, lata roja o lata azul. La división en castas o clases sociales se enmascara ahora de elecciones: hábitos (esto es lo que somos) o elecciones (esto nos gustaría tanto, tanto, ser...). Cada objeto que obtenemos nos permite subir un escalón más en una definición en la que sentirnos cómodos, en la que buscar cómplices, aliados, y referencias; porque, pese al cambio de formas, la lucha entre opuestos continúa intacta.

Somos una imagen social de la que se deduce información constante, tanto o más que cuando los mandarines chinos asignaban o prohibían colores para su corte y el pueblo. Algunos criterios siguen siendo los de siempre: el coche, ahora sin animales de tiro; la casa, su tamaño y ubicación; las vestiduras, la calidad y cantidad de la comida. Ahora se ha trocado el apellido por las marcas, ese apellido adoptado, la huella de nobleza por la formación académica, la belleza por la eterna juventud, y las habilidades artísticas por las tecnológicas. Nada de lo que ansiamos se nos da ya: hay que obtenerlo a cambio de dinero. Sin embargo, parte de ese dinero sí continúa condicionado por el apellido, la belleza, la familia y la capacidad artística.

El bucle se cierra, la paradoja regresa sobre sí misma, y nuevamente cada elección excluye su opuesto y lo incluye. Somos hombres porque no somos mujeres, somos niños porque no somos adultos. Lo que no somos define nuestros bordes. Somos, por tanto, más frágiles, más inconscientes, más complejos, más lentos de reacción de lo que creemos. Las historias cuentan más que nunca. Las parábolas ya no incluyen enseñanzas. Se llaman anuncios, y nos muestran la otra vida, la irreal, la que no llevamos, la que deberíamos llevar.
Espido Freire

jueves, 25 de octubre de 2007

El ruido y la furia (fragmento)


"Quentin, que amaba no el cuerpo de su hermana, sino algún concepto de honor familiar y (él lo sabía bien), temporalmente suspendido en la frágil y diminuta membrana de su virginidad, semejante al equilibrio de una miniatura en la inmensidad de la esfera terrestre sobre el hocico de una foca amaestrada.
Quien amaba, no la idea del incesto que no cometería, sino algún presbiteriano concepto de su eterno castigo: él y no Dios, podría arrojarse a sí mismo y a su hermana al infierno, donde eternamente podría protegerla y cuidarla para siempre jamás, invulnerable ante las llamas inmortales.
Él que sobre todas las cosas amaba la muerte, y que quizá sólo amaba a la muerte, amó y vivió con deliberada y pervertida curiosidad, tal y como ama un enamorado que deliberadamente se reprime ante el prodigioso cuerpo complaciente, dispuesto y tierno de su amada, hasta que no puede soportarlo y entonces se lanza, se arroja, renunciando a todo, ahogándose."
William Faulkner

Sin límites


"Antes del vino,
mucho antes de las uvas,
infinitamente antes de la vid...
... ya estábamos borrachos"

viernes, 19 de octubre de 2007

Otro ritmo posible


Un buen verso
no sacia el hambre.

Un buen verso
no construye un jardín.

Un buen verso
no derriba al tirano.

Un verso
en el mejor de los casos consigue
cortarte la respiración
(la digestión casi nunca)

y su ritmo insinúa otro ritmo posible
para tu sangre y para los planetas.

Jorge Riechmann (de "Poesía practicable")

Debo ser algo tonto


Debo ser algo tonto
porque a veces me ocurre que me pongo a hablar solo,
y digo cosas locas,
digo nombres bonitos de muchachas y barcos
o títulos de libros que nadie ha escrito nunca.
Debo ser algo tonto.

Babeo, grito y lloro.
Los verbos absolutos me llenan de ternura
y esas vocales sueltas, inútiles, redondas,
que vuelan para nada,me elevan boquiabierto hacia no sé qué gozos.
Soy feliz y, por eso, también un poco tonto.
Gabriel Celaya

Cuéntame cómo vives ( cómo vas muriendo )


Cuéntame cómo vives;
dime sencillamente cómo pasan tus días,
tus lentísimos odios, tus pólvoras alegres
y las confusas olas que te llevan perdido
en la cambiante espuma de un blancor imprevisto.

Cuéntame cómo vives.
Ven a mí, cara a cara;
dime tus mentiras (las mías son peores),
tus resentimientos (yo también los padezco),
y ese estúpido orgullo (puedo comprenderte).

Cuéntame cómo mueres.
Nada tuyo es secreto:
la náusea del vacío (o el placer, es lo mismo);
la locura imprevista de algún instante vivo;
la esperanza que ahonda tercamente el vacío.

Cuéntame cómo mueres,
cómo renuncias -sabio-,
cómo frívolo brillas de puro fugitivo,
cómo acabas en nada
y me enseñas, es claro, a quedarme tranquilo.
Gabriel Celaya

10 años del Guggenheim - Bilbao


jueves, 18 de octubre de 2007

Para un esteta


Tú que hueles la flor de la bella palabra
acaso no comprendas las mías sin aroma.
Tú que buscas el agua transparente
no has de beber mis aguas rojas.

Tú que sigues el vuelo de la belleza, acaso
nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda
ni cómo vida y muerte -agua y fuego- hermanadas
van socavando nuestra roca.

Perfección de la vida que nos talla y dispone
para la perfección de la muerte remota.
Y lo demás, palabras, palabras, y palabras,
¡ay, palabras maravillosas!

Tú que bebes el vino en la copa de plata
no sabes el camino de la fuente que brota
en la piedra. No sacias tu sed en agua pura
con tus dos manos como copa.

Lo has olvidado todo porque lo sabes todo.
Te crees dueño, no hermano menor de cuanto nombras.
Y olvidas las raíces ( «Mi Obra», dices ), olvidas
que vida y muerte son tu obra.

No has venido a la tierra a poner diques y orden
en el maravilloso desorden de las cosas.
Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas
sin alzar vallas a su gloria.

Nada te pertenece. Todo es afluente, arroyo.
Sus aguas en tu cauce temporal desembocan.
Y hechos un solo río os vertéis en el mar
«que es el morir», dicen las coplas.

No has venido a poner orden, dique.
Has venido a hacer moler la muela con tu agua transitoria.
Tu fin no está en ti mismo ( «Mi Obra», dices ), olvidas
que vida y muerte son tu obra.

Y que el cantar que hoy cantas será apagado un día
por la música de otras olas.
De "Quinta del 42". Fernando Hierro

Sobrevivir con uno mismo

Nada es más exigente que encontrarse diariamente con que uno ha de soportarse. Y no ya solo por lo monótonos que nos parecemos, sino porque, en verdad, conocemos bien nuestras insuficiencias y obsesiones. Somos más reiterativos de lo que creemos. Con todo, no es la repetición lo más insufrible. Estamos poblados también de frustraciones y de culpa. Y no exclusivamente por las cosas hechas mal, sino por tantas otras desatendidas, no cumplidas, olvidadas, descuidadas. Una vida es una ingente cantidad de tareas sin realizar, de vidas no vividas. No es que hayamos de incidir en remordimientos, ya se ocupan ellos de efectuar su labor, aunque el mayor de los pesares suele obedecer, en última instancia, a lo no hecho, por indecisión, por torpeza, por vagancia o, incluso sencillamente, por esa dejadez tan activa que nos impulsa a vernos acunados por los acontecimientos, adormilados por lo que nos pasa.

No son, sin embargo, las tareas no efectuadas o mal hechas las que conforman el temblor de nuestro corazón. Los otros, el otro, este o aquella, el afecto no dado, no acogido, el daño ocasionado, la respuesta tibia, insuficiente, o negada, el desamparo provocado, la desatención, cuando no simplemente el descuido, forman parte ya de aquello con lo que tenemos que vivir y que ya nos constituye. Cada día hemos de decidir reconociendo que lo elegido, siquiera en el modo de una indiferencia, nos acompañará siempre. Hemos de saber que quizá lamentaremos no haber estado a la altura de las circunstancias, en definitiva no haber sabido querer y, ni siquiera, querernos. En cada ocasión, vayamos donde vayamos, allí estamos. Hagamos lo que hagamos, tenemos que ver con ello. Abrazar nuestras carencias no es cómodo. No hacerlo es suicida.

No es cuestión de resignarse, ni de castigarse permanentemente de modo cada vez más sofisticado, ni de compadecerse de sí mismo, como si uno fuera la principal víctima de la injusticia del mundo. Y, menos aún, de dejarse gobernar por los propios estados de ánimo, ni de que los trabajos nos dominen y las relaciones nos agobien. Quien no se quiere es peligroso. Quien se gusta demasiado también. Éste el desafío: quererse sin, tal vez, gustarse. De lo contrario seremos, simplemente, poco soportables. Y no solo para los demás. Sobreponernos a nuestra, a veces, insidiosa compañía es también trabajar y soñar por encima de nuestra realidad, resucitar cada día y liberarnos de la resistencia a abrazarnos también a nosotros mismos. Y recrearnos para sobrevivirnos gozosos en cada ocasión.
Ángel Gabilondo

miércoles, 17 de octubre de 2007

Abrazado a la tristeza - Fito y Fitipaldis

He salido a la calle abrazado a la tristeza:
vi lo que no mira nadie y me dio vergüenza y pena.

Los llantos desconsolados que estrangulan las gargantas;
los ancianos encorvados: parece que la tierra les llama.

La justicia está arrestada por orden de la avaricia;
el dinero que te salva es el mismo que te asesina.

No me des más esperanzas: sé que todo son mentiras;
sacos llenos de agujeros para guardar alegrías.

Me da pena que se admire el valor en la batalla;
menos mal que con los rifles no se matan las palabras...
menos mal que con los rifles no se matan las palabras...

martes, 16 de octubre de 2007

Tributo a Edward Hopper

Habitaciones al mar, 1951

Domingo, 1926

Interior de verano, 1909

Habitación de hotel, 1931

Verano, 1943

Noctámbulos, 1942

Cómo acercarse a las fábulas

Con precaución, como a cualquier cosa pequeña. Pero sin miedo. Finalmente se descubrirá que ninguna fábula es dañina, excepto cuando alcanza a verse en ella alguna enseñanza. Esto es malo.
Si no fuera malo, el mundo se regiría por las fábulas de Esopo; pero en tal caso desaparecería todo lo que hace interesante el mundo, como los ricos, los prejuicios raciales, el color de la ropa interior y la guerra; y el mundo sería entonces muy aburrido, porque no habría heridos para las sillas de ruedas, ni pobres a quienes ayudar, ni negros para trabajar en los muelles, ni gente bonita para la revista Vogue.
Así, lo mejor es acercarse a las fábulas buscando de qué reír.
—Eso es. He ahí un libro de fábulas. Corre a comprarlo. No, mejor te lo regalo: verás, yo nunca me había reído tanto.

lunes, 15 de octubre de 2007

¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?



Que uno sólo tiene que buscarlo y dárselo,

Que nadie establece normas salvo la vida,

Que la vida sin ciertas normas pierde forma,

Que la forma no se pierde con abrirnos,

Que abrirnos no es amar indiscriminadamente,

Que no está prohibido amar,

Que también se puede odiar,

Que el odio y el amor son afectos

Que la agresión porque sí hiere mucho,

Que las heridas se cierran,

Que las puertas no deben cerrarse,

Que la mayor puerta es el afecto,

Que los afectos nos definen,

Que definirse no es remar contra la corriente,

Que no cuanto más fuerte se hace el trazo más se dibuja,

Que buscar un equilibrio no implica ser tibio,

Que negar palabras implica abrir distancias,

Que encontrarse es muy hermoso,

Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida,

Que la vida parte del sexo,

Que el "por qué" de los niños tiene un porque,

Que querer saber de alguien no es sólo curiosidad,

Que querer saber todo de todos es curiosidad malsana,

Que nunca está de más agradecer,

Que la autodeterminación no es hacer las cosas solo,

Que nadie quiere estar solo,

Que para no estar solo hay que dar,

Que para dar debimos recibir antes,

Que para que nos den hay que saber también cómo pedir,

Que saber pedir no es regalarse,

Que regalarse es, en definitiva, no quererse,

Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos,

Que para que alguien "sea" hay que ayudarlo,

Que ayudar es poder alentar y apoyar,

Que adular no es ayudar,

Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara,

Que las cosas cara a cara son honestas,

Que nadie es honesto porque no roba,

Que el que roba no es ladrón por placer,

Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo,

Que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte,

Que se puede estar muerto en vida,

Que se siente con el cuerpo y la mente,

Que con los oídos se escucha,

Que cuesta ser sensible y no herirse,

Que herirse no es desangrarse,

Que para no ser heridos levantamos muros,

Que quien siembra muros no recoge nada,

Que casi todos somos albañiles de muros,

Que sería mejor construir puentes,

Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve,

Que volver no implica retroceder,

Que retroceder también puede ser avanzar,

Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol,

¿Cómo hacerte saber que nadie establece normas salvo la vida?
Mario Benedetti

domingo, 14 de octubre de 2007

Leer


"Las razones que puede dar un escritor para leer son, supongo, tan previsibles como las que podría dar un compositor para escuchar música o un director de cine para ver películas.
Quizá un profesor dijera a sus alumnos que leyendo se aprenden infinidad de cosas, presentes y pasadas; que se ejercita la imaginación; que se adquieren conocimientos que nos serán de gran utilidad en la vida y hasta que uno se ayuda a sí mismo a triunfar.
Todo eso es cierto, a mi parecer, pero nada de ello es exclusivo de la literatura, de la novela, la poesía, los cuentos. Lo que sí nos da la literatura, y sólo ella, es, creo yo, la posibilidad de ser también otros de los que somos, y de vivir las vidas que seguramente nunca viviremos, y por lo tanto de descansar a ratos, de nosotros mismos, algo en verdad necesario y muy satisfactorio. Y además, si no nos puede explicar los misterios de la existencia, por lo menos nos los muestra y nos los cuenta. Y eso es ya muchísimo. Es casi algo ilimitado."
Javier Marías

Sentido Común según Descartes


Dedicado a Mercedes, con ánimo de arrojar luz en su búsqueda ;-)

"El buen sentido es lo que mejor repartido está entre todo el mundo, pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él, que aún los más descontentadizos respecto a cualquier otra cosa, no suelen apetecer más del que ya tienen. En lo cual no es verosímil que todos se engañen, sino que más bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y, por lo tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas. No basta, en efecto, tener el ingenio bueno; lo principal es aplicarlo bien. Las almas más grandes son capaces de los mayores vicios, como de las mayores virtudes; y los que andan muy despacio pueden llegar mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren, pero se apartan de él"

Fragmento del "Discurso del Método". René Descartes

viernes, 12 de octubre de 2007

No permitas que la vida te pase a ti



No dejes que termine el día
sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz,
sin haber aumentado tus sueños.

No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite
el derecho a expresarte,
que es casi un deber.

No abandones las ansias de hacer
de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras
y las poesías sí pueden cambiar el mundo.

Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y es oasis.

Nos derriba, nos lastima, nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tú puedes aportar una estrofa.

No dejes nunca de soñar,
porque sólo en sueños
puede ser libre el Hombre.

No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes. Huye.

"Emito mis alaridos por los techos
de este mundo", dice el poeta.

Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas.

No traiciones tus creencias
porque no podemos remar
en contra de nosotros mismos:
Eso transforma la vida en un infierno.

Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.

Vívela intensamente, sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo

Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron ,
de nuestros "Poetas Muertos",
te ayudan a caminar por la vida.

La sociedad de hoy somos nosotros:Los "Poetas Vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas...

Walt Whitman
(De "La sociedad de los poetas muertos")

"Vive como si fueras a morir mañana,
aprende como si fueras a vivir para siempre"
Mahatma Gandhi

jueves, 11 de octubre de 2007

Palabras de Nobel


Doris Lessing, Premio Nobel de Literatura 2007
“Érase una vez un tiempo -y parece muy lejano ya- en el que existía una figura respetada, la persona culta. Él -solía ser él, pero con el tiempo pasó a ser cada vez más ella- recibía una educación que difería poco de un país a otro -me refiero, por supuesto, a Europa-, pero era muy distinta a lo que conocemos hoy.
William Hazlitt, nuestro gran ensayista, fue a una escuela a finales del siglo XVIII cuyo plan de estudios era cuatro veces más completo que el de una escuela equiparable de ahora: una amalgama de los principios básicos de la lengua, el derecho, el arte, la religión y las matemáticas. Se daba por sentado que esta educación, ya de por sí densa y profunda, sólo era una faceta del desarrollo personal, ya que se esperaba de los alumnos que leyesen, y así lo hacían.
Este tipo de educación, la educación humanista, está desapareciendo. Cada vez más los Gobiernos animan a los ciudadanos a adquirir conocimientos profesionales, mientras no se considera útil para la sociedad moderna la educación entendida como el desarrollo integral de la persona.
La educación de antaño habría contemplado la literatura y la historia griegas y latinas y la Biblia como la base para todo lo demás. Él -o ella- leía a los clásicos de su propio país, tal vez a uno o dos de Asia y a los más conocidos escritores de otros países europeos: Goethe, Shakespeare, Cervantes, los grandes rusos, Rousseau (...)
Esto ya no existe (...)
Quedan parcelas de la excelencia de antaño en alguna universidad, alguna escuela, en el aula de algún profesor anticuado enamorado de los libros, quizá en algún periódico o revista. Pero ha desaparecido la cultura que una vez unió a Europa y sus vástagos de ultramar (...).”
Extraído de su discurso de entrega del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2001

lunes, 8 de octubre de 2007

Más allá de la línea


"Un paso más allá de esa línea, que recuerda la divisoria entre los vivos y los muertos, y se cae en lo desconocido, en el dolor y en la muerte. ¿Y qué hay allí, quién está detrás de ese campo, de aquél árbol, de aquella techumbre iluminada por el sol? Nadie lo sabe, pero querrían saberlo. Es terrible cruzar esa raya, pero querrían hacerlo. Nadie ignora que tarde o temprano habrá que cruzarla y conocer entonces lo que hay más allá, en la otra parte de la divisoria; lo mismo que algún día habrá que saber fatalmente qué hay más allá, al otro lado de la muerte. Y a pesar de todo uno se siente fuerte, sano, alegre y excitado rodeado por otras personas que se sienten también fuertes, alegres y excitadas"

"Guerra y paz". Liev Tolstói.

jueves, 4 de octubre de 2007

Citas


"Dame la fortaleza para transformar las cosas que puedo cambiar, la paciencia para aceptar las que no puedo cambiar, y la sabiduría para conocer la diferencia existente entre ambas"
San Francisco de Asís

"Los hombres inteligentes quieren aprender; los demás, enseñar"
Anton Chéjov


Educación sentimental ( y IV )



Volvamos al plano del territorio afectivo. El amor va acompañado siempre de sentimientos, que normalmente pueden confundirse con él, pero que en realidad sólo van modulándolo, fortaleciéndolo o agostándolo. Los sentimientos pueden ser agradables o desagradables, claro está, y es difícil que el amor sobreviva a sentimientos desagradables voluntariamente causados. Puede sin duda sobrevivir o incluso robustecerse en situaciones inevitables de dolor o tristeza –causadas, por ejemplo, por enfermedades o mala fortuna–, pero es difícil que sobreviva a una situación de tensión, miedo, violencia, aburrimiento o desánimo provocada y mantenida. Una amante de leyenda, Mariana Alcoforado, la monja portuguesa, escribía a su poco solícito enamorado: "Ámame siempre, y haz padecer más a tu pobre Mariana". Me parece un victimismo malsano.
La etapa del cortejo o del enamoramiento suele ser tan satisfactoria porque, por regla general, ambos enamorados se esfuerzan por provocar sentimientos agradables en el otro, cosa que después se olvida con frecuencia. Por último, el amor puede consolidarse como forma de apego. El niño siente apego por sus padres. Es una relación de necesidad, de dependencia, de seguridad, un deseo de no separarse. El amor se consolida en formas estables de cariño, de confianza. Pero este apego no sólo puede prolongar el amor, sino también suplantarlo. Suelo preguntar a mis alumnos: "Si alguien te dice, sinceramente, ‘no puedo vivir sin ti’, ¿debes tomarlo como una señal inequívoca de amor?". Suelen decir que sí, y se equivocan. Más de un asesino ha matado a su pareja porque no podía vivir sin ella, y sería por lo menos equívoco decir que la amaba.¿De qué estamos hablando entonces cuando hablamos de amor? Sin duda alguna, de muchas cosas diferentes. Pero sería fácil que nos pusiéramos de acuerdo en describir la culminación del amor.
Alguien ama a una persona cuando desea su felicidad, quiere ser causa de ella y necesita que la otra persona sienta lo mismo hacia él. Esos deseos se expresan obrando en consecuencia y procurando sentimientos agradables, cálidos y animosos hacia la persona amada. Al final, puede instaurarse un apego profundo, intenso y generoso –como sucede con los buenos vinos y los fértiles campos– e irrompible.En "El amor en los tiempos del cólera" –a mi juicio, la mejor novela de Gabriel García Márquez–, una pareja de enamorados que ha conseguido casarse después de muchos años de desencuentros y lejanías viaja en su barco aguas arriba y aguas abajo de un río. Y cuando el capitán, algo asombrado de ese tejer y destejer acuático, les pregunta: "¿Y hasta cuándo estaremos así?", el enamorado le contesta plácidamente: "Toda la vida".

miércoles, 3 de octubre de 2007

Educación sentimental (III)


Parece muy brutal convertir el amor en un deseo, pero no es así, porque hay deseos generosos y espirituales. Por ejemplo, los padres desean que sus hijos sean felices y están dispuestos a sacrificarse por ello. Podemos hablar de amor al dinero, a la fama, a un perro, a una tierra, porque estamos hablando de distintas clases de deseo.
Lo importante, al referirnos al amor a una persona, es saber qué tipo de deseo encierra. Por eso la pregunta definitiva no es "¿qué sientes por mí?", sino "¿qué desearías hacer conmigo?". Puedo desear disfrutar sexualmente de una persona, aunque sea una desconocida, y decir que eso es amor. Puedo desear comunicarme con ella, intimar, conversar, compartir actividades y sentimientos. También puede llamarlo amor. Y también puedo, y debo, llamar amor al deseo de que la persona amada sea feliz, a que esa felicidad sea un componente real de mi felicidad, y al deseo de que la otra persona sienta lo mismo. Es, en efecto, un tipo de altruismo egoísta, o de egoísmo generoso, que supone satisfacción y que impone sus propios deberes. Muchos de mis alumnos piensan que el amor es incompatible con los deberes. Si lo hago por deber, no lo hago por amor. Esa es una tontería peligrosa. El amor tiene sus propios deberes, como la navegación a vela. Una vez elegido el rumbo, debo hacer las maniobras necesarias para conservarlo.
Creo que este deseo de felicidad con dos centros –como la elipse– entró en el universo con el amor maternal. De hecho, la etimología de "amor" nos remite al indoeuropeo "amma" (madre). Y creo también que, deslumbrados y confortados por ese afecto, los humanos decidieron transferirlo a otros deseos; por ejemplo, al amor sexual. La ternura es un sentimiento hacia lo pequeño, hacia lo que nos conmueve por su vulnerabilidad y su gracia. Pues bien, hemos intentado extenderlo al amor sexual, que es adulto y bastante bronco en su origen. No me extraña que los enamorados se aniñen un poco e inventen lenguajes infantiles para expresarse su ternura, ni tampoco que entre los wiru de Papúa Nueva Guinea, los enamorados se alimenten boca a boca –como hacen muchas madres con sus bebés–, y me parece maravilloso que tengan una palabra para expresar esta expresión amorosa: "yanku-petu".

Esos diferentes deseos pueden darse juntos, por supuesto. El deseo sexual, de intimidad, el de confianza, el de hacer feliz a la otra persona, se complementan en su nivel más alto, pero a veces no van juntos. Parece increíble tener que advertir a las parejas de que una cosa es quererse mucho y otra querer vivir juntos. La convivencia exige deseos específicos y competencias específicas también.

Al ser un deseo –y no un estado–, el amor es una actividad. En castellano indicamos este paso a la actividad con la palabra "querer", que es mucho más fuerte y ejecutiva. Todos podemos desear muchas cosas indolentemente. Hay una graduación que va desde el "me gustaría" y el "me apetece", al "yo deseo" y, más allá aún, al "yo quiero". El amor perezoso, que se basa más en promesas y ensoñaciones que en hechos, es un simulacro de amor.
(continuará)

martes, 2 de octubre de 2007

¿Para qué leer? Algunas respuestas




"Gracias a los libros nuestro espíritu puede romper los límites del espacio y del tiempo, de manera que podemos vivir a la vez en nuestra habitación y en las playas de Troya, en las calles de Nueva York y en las llanuras heladas del Polo Norte"
Antonio Muñoz Molina

"La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren"
Francis de Croisset

"Las historias nos aprovisionan para la vida"
Kenneth Burke

"Leo para ser mejor persona"
Francisco Mateu

Déjame ver tu cerebro y... ¿te diré quién eres?


Déjame ver tu cerebro... y te diré quién eres. Te diré, en concreto, a quién votas; si eres sincero o mentiroso; o si, como Enrique Iglesias, eres capaz de tener una experiencia religiosa. Y si además de ver tu cerebro me dejas tocarlo, podré inducirte desde un orgasmo a un viaje astral. Cantantes y metáforas aparte, los propios neurocientíficos advierten de que conviene tomarse en serio las posibles consecuencias derivadas del hecho de que empiezan a investigarse en el cerebro las bases biológicas, el hardware, de cuestiones tan íntimas y en apariencia intangibles como la ideología o la personalidad. No en vano la neuroética es un área en auge.
Los autores de un trabajo publicado recientemente en la revista Nature Neuroscience aseguraban haber hallado diferencias en el funcionamiento de un cerebro liberal frente a otro conservador. En pocas palabras: el primero reacciona mejor ante los cambios, mientras que el segundo es más rígido.
Los investigadores hicieron electroencefalogramas a 43 hombres y mujeres diestros mientras reaccionaban ante un estímulo que solía repetirse, pero a veces cambiaba. Cuando ocurría esto último, en la gran mayoría de los sujetos que previamente se habían declarado liberales se detectaba una actividad más intensa en un área de la corteza cerebral relacionada con los conflictos, lo que sugiere "una mayor sensibilidad neurocognitiva" a los cambios, escriben David Amodio y su grupo en su artículo. Se ve, por tanto, la firma de la ideología en el cerebro.
"Esta investigación demuestra que se empieza a dilucidar cómo un producto abstracto, aparentemente inefable de la mente, como la ideología, tiene su reflejo en el cerebro humano", dice Amodio. ¿Alguien se escandaliza por esta afirmación? ¿Alguien piensa que es absurdo que pueda verse algo así en un escáner cerebral? No los neurocientíficos, desde luego. Para ellos está clarísimo, y es perfectamente esperable, que cerebros que piensan distinto, que reaccionan distinto ante un mismo estímulo, funcionen de forma diferente; medir esa diferencia es sólo cosa de tener el instrumento adecuado.
"Todo, y todo es todo, está en el cerebro", dice Alberto Ferrús, director del Instituto Cajal de Neurociencias del CSIC, en Madrid. "La sensación de estar enamorado o enfadado, la religión... todo se traduce en moléculas, en algo físico que hay en el cerebro".
En los años noventa, cuando aparecieron las primeras técnicas para estudiar el cerebro humano en vivo y en directo -en acción-, se supo que la corteza cerebral de muchos ciegos muestra diferencias apreciables respecto a la corteza de personas que ven; que el cerebro de los taxistas tiene más sitio para información espacial; o cómo actúa el cerebro de los ajedrecistas al jugar. ¿Qué hay de raro en dar un paso más y buscar la marca de la mentira o la espiritualidad? Nada de nada, dice Ferrús.
Pero volvamos al trabajo sobre los cerebros políticos. En él se hacen las siguientes analogías: pensamiento menos rígido equivale a ideología liberal; pensamiento menos rígido equivale a más actividad en áreas cerebrales implicadas en afrontar conflictos; y, por tanto, más actividad en áreas cerebrales implicadas en afrontar conflictos equivale a ideología liberal.
Puestos a analizar, dicen los expertos, el eslabón frágil del razonamiento no es que un estilo de pensamiento tenga su sustrato biológico, sino lo no absoluto del término liberal. En el trabajo de Nature Neuroscience la mayoría de los autodefinidos liberales votaron por John Kerry, y los conservadores por Bush. ¿Se puede sustituir eso por Zapatero versus Rajoy? Y en un país musulmán, ¿quiénes tienen el cerebro flexible y quiénes rígido? Y los liberales del Trienio Liberal en España, entre 1820 y 1823, ¿qué cerebro tenían?
Ahora bien, no hay que equivocarse: que haya un sustrato biológico no implica ni que ese hardware nos ha sido transmitido genéticamente, ni que es inmutable. "Nosotros no examinamos si la orientación política se hereda, si nos viene dada de nacimiento", explica Amodio. "El cerebro es maleable, así que incluso si nacemos con un sistema neural más sensible a información conflictiva, es posible que este sistema neural cambie con el tiempo". Y ¿es fácil de cambiar el hardware que nos viene de fábrica? En otras palabras, ¿Qué pesa más, lo heredado o el ambiente?
"Puede que esa no sea la manera correcta de formular la pregunta", responde Amodio. "Los genes proporcionan unos mecanismos de base para la supervivencia. Pero lo bonito es que la expresión génica es muy sensible al ambiente".
Otra posible pregunta sobre este trabajo es si los cambios sociales globales -el cambio de postura respecto a la homosexualidad, el divorcio o el trabajo femenino-, implican un cambio colectivo en el funcionamiento del cerebro. ¿Tenemos todos un cerebro más liberal? "Tal vez", responde Amodio, para quien sin embargo la sociedad tiende ahora hacia un mayor conservadurismo -una prueba más de lo confuso de estos términos-. Pero "no está claro si estos cambios a gran escala tienen algo que ver con cambios heredables. Podrían estar más relacionados con la globalización y los cambios culturales".
En cualquier caso, lo cierto es que a la luz de los tentáculos que está desarrollando la neurociencia la intimidad empieza a emerger -también- como un concepto de lo más borroso. Con lo que ello implica, como señala Carlos Belmonte, director del Instituto de Neurociencias de Alicante: "Los problemas éticos que plantea la capacidad de analizar la actividad del cerebro vinculada a conductas, o la capacidad de modular desde fuera esa actividad cerebral, de encender o apagar genes, la neuro-estimulación, son importantes". Se podría llegar a descubrir cómo es el cerebro de un maltratador, por ejemplo, y entonces "¿Estaría bien tratarle para que no llegue a serlo? ¿Hasta dónde podemos llegar? Se van a plantear debates muy serios, y vamos a una velocidad espeluznante", dice.
El País

Educación sentimental (II)


La primera lección del breviario afectivo tiene un título que tal vez sorprenda: "Acerca de la necesidad de reconocer los propios sentimientos".

¿Cómo no voy a saber lo que siento?, se preguntará el lector o lectora. ¿Cómo no voy a saber si estoy enamorado, furiosa, aterrado o melancólica? No hay más remedio que distinguir: una cosa es la claridad de la experiencia y otra la claridad del significado de la experiencia.Analice usted el significado de los celos. El celoso sabe, sin duda, lo que siente. Siente angustia ante la posibilidad, real o ficticia, de que un rival le arrebate el objeto de su amor. Todo se vuelve amargamente significativo para el celoso, porque cada gesto, cada olvido, cada palabra, cada ausencia de palabra, se convierte en prueba, corroboración, demostración de sus sospechas y de su desdicha. Hay en los celos un complejo entramado de sentimientos: el apego profundo y desconfiado hacia la persona querida, el malestar provocado por el supuesto éxito del rival, el temor de perder o tener que compartir una posesión. Analizar los celos resulta fácil, porque parecen transparentes a la conciencia. Pero las apariencias engañan. Los celos no suelen contar una historia de amor, sino una historia de "amor propio", que es algo muy diferente. Como ha estudiado Castilla del Pino, tienen que ver más con la posesión y la inseguridad que con el amor.

Volvamos a nuestro asunto. Para empezar a aclarar las cosas, comenzaré embrollándolas. El amor –arquetipo de los sentimientos– no es un sentimiento. ¿Y, entonces, qué es? Aun a riesgo de impacientarle, tengo que trazar un apresurado plano del edificio afectivo en que vamos a movernos. Los afectos, es decir, aquellas experiencias que me afectan por entero, que invaden mi conciencia, coloreándola y moviéndome a actuar, habitan en tres niveles distintos: deseos, sentimiento y apegos. La sed es un deseo; la satisfacción de beber, un sentimiento; la afición a la bebida, un apego. Les cuento esto porque me parece imprescindible para saber de qué estamos hablando cuando hablamos de amor. El amor es un deseo que va acompañado de muchos sentimientos, con frecuencia contradictorios, y que puede estabilizarse en profundas y constantes formas de apego.
(continuará)