domingo, 21 de septiembre de 2008

La carencia

La creación nace de la carencia. La sentencia es y no es una mera obviedad. Lo es en cuanto, acaso, prácticamente toda invención y producción, responde a una demanda pujante. Pero no lo es en la medida en que más complejamente la tensión del desear algo sin la respuesta precisa conduce, más tarde o más temprano, a fabricar cualquier suerte de sucedáneo que aplaque la ansiedad de la insatisfacción. La creación no sería así otra cosa que este sucedáneo producido. El objeto deseado no se obtiene y en su lugar la creación ofrece un elemento de distracción.
Los seres humanos no son esos dioses que pueden tenerlo todo y en su lugar construyen remedos de poder. Remedos nacidos de su déficit de poder. Es así como la creación nace expresamente de la carencia. Y se abastece, además, golosamente de ella. Los pintores, los escritores, los arquitectos realizan sus obras mejores entre marcados límites, en las fisuras, en las coerciones que les fija el tiempo, la vista, la necesidad o la salud. De la carencia emerge la obra, de la ausencia intangible se alza el imago de la presencia, del vacío se obtienen los volúmenes de la escultura, de la memoria insuficiente se hila la narración.

Vicente Verdú

El otoño se acerca


El otoño se acerca con muy poco ruido:

apagadas cigarras, unos grillos apenas,

defienden el reducto

de un verano obstinado en perpetuarse,

cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.

Se diría que aquí no pasa nada,

pero un silencio súbito ilumina el prodigio:

ha pasado

un ángel

que se llamaba luz, o fuego, o vida.

Y lo perdimos para siempre

Ángel González