domingo, 4 de mayo de 2008

Cinema Paradiso

Llorarlo todo,
pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz,
con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo,
por la boca.

Llorar de amor,
de hastío,
de alegría.
Llorar de frac,
de flato, de flacura.
Llorar improvisando,
de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

El pudor (II)

Hay vergüenzas injustamente inducidas por la sociedad que deben desaparecer. ¿Sucede esto con esa peculiar vergüenza que llamamos pudor? Da la impresión de que es un sentimiento anticuado. Habría que decir afortunadamente anticuado, si tomamos la definición que de él da un curiosísimo diccionario publicado en 1848: “Pudor: especie de reserva casta, vergüenza tímida y honesta como de inocencia alarmada. Modestia ruborosa pura y sin afectación, recato, honestidad, especialmente en la mujer, por cierto colocado en muy resbaladizo y vidrioso declive, en harto periculosa pendiente ocasionada a insubsanable fracaso, a irreparable desliz”. En efecto, el pudor se había convertido en una virtud moral específicamente femenina, propia de sociedades machistas y patriarcales. Había sufrido la misma transformación que el vocablo honra, que de ser sinónimo de honor pasó a significar la honestidad femenina. ¿En qué consiste el pudor?
Debemos volver a la vergüenza. Hay una vergüenza que dificulta la ejecución de un acto indigno, y otra recriminadora posterior a la comisión del acto. El pudor pertenece a la facción preventiva. “Es un sentimiento que impide mostrar lo que se considera que debe permanecer oculto.” Es, pues, el malestar producido por la imaginación del acto de exhibirse ante la mirada de otro. Fue su carácter disuasorio lo que le hizo ser tan importante para la moral. La vergüenza o la culpa acontecen cuando el hecho malo ya ha sucedido. El pudor impide que suceda. No es un sentimiento correctivo, sino preventivo.
Pero ¿qué es lo que debe ser ocultado? En un principio, cualquier comportamiento deshonroso. El término impúdico mantiene esa carga ética. Un comportamiento impúdico es el que revela la indignidad de una persona. Pero el sentimiento sufrió una devaluación y acabó refiriéndose sólo a la manifestación del cuerpo humano y de sus actividades, en especial las sexuales. La historia del sentimiento de pudor se entremezcla con las historias de la consideración del desnudo, de la sexualidad y de las buenas costumbres. El cristianismo recogió el relato bíblico según el cual Adán y Eva, que vivían desnudos en el jardín del Edén, sintieron vergüenza de estarlo después de haber perdido la inocencia por el pecado. El pudor nacía de la falta y debía acompañar a la especie humana hasta que fuera salvada.
Al estudiar los sentimientos conviene averiguar si son naturales o culturalmente inventados. ¿Qué ocurre en el caso del pudor? Eibl-Eibesfeldt, un gran antropólogo, sostiene que el pudor sexual, manifestado de modos diversos, se da en todas las culturas. Es habitual ocultar los órganos sexuales con el vestido. Sin embargo, hay pueblos que, desde nuestro punto de vista, van completamente desnudos, por ejemplo los yanomami, cuyas mujeres portan solamente un fino cordón entorno a la cintura. Y los hombres, un cordón que les sujeta el pene. Pero estos cordones se consideran simbólicamente un vestido, y si prescinden de ellos se sienten avergonzados. No hay duda de que sus antepasados no atravesaron desnudos el frío estrecho de Bering, por lo que hay que pensar que su desnudez actual ha sido una acomodación al clima cálido y que esos cordones permanecieron como vestigios de los trajes desaparecidos. (continuará)