miércoles, 30 de enero de 2008

Uno Crece

Imposible atravesar la vida sin que un trabajo salga mal hecho, sin que una amistad cause decepción, sin padecer algún quebranto de salud, sin que un amor nos abandone, sin que nadie de la familia fallezca, sin equivocarse en un negocio. Ese es el costo de vivir.

Sin embargo lo importante no es lo que suceda, sino cómo se reacciona. Si te pones a coleccionar heridas eternamente sangrantes, vivirás como un pájaro herido incapaz de volver a volar.

Uno crece…

Uno crece cuando no hay vacío de esperanza, ni debilitamiento de voluntad, ni pérdida de fe.
Uno crece cuando acepta la realidad y tiene aplomo de vivirla. Cuando acepta su destino, pero tiene la voluntad de trabajar para cambiarlo.

Uno crece asimilando lo que deja por detrás, construyendo lo que tiene por delante proyectando lo que puede ser el porvenir. Crece cuando supera, se valora y sabe dar frutos.
Uno crece cuando abre camino dejando huellas, asimila experiencias…¡Y siembra raíces!

Uno crece cuando se impone metas, sin importarle comentarios negativos, ni prejuicios, cuando da ejemplos sin importarle burlas, ni desdenes,cuando cumple con su labor.
Uno crece cuando se es fuerte por carácter, sostenido por formación, sensible por temperamento… ¡Y humano por nacimiento!

Uno crece cuando enfrenta el invierno aunque pierda las hojas, recoge flores aunque tengan espinas y marca camino aunque se levante el polvo.
Uno crece cuando se es capaz de afianzarse con residuos de ilusiones, capaz de perfumarse con residuos de flores… ¡Y de encenderse con residuos de amor!

Uno crece ayudando a sus semejantes, conociéndose a sí mismo y dándole a la vida más de lo que recibe.
Uno crece cuando se planta para no retroceder… Cuando se defiende como águila para no dejar de volar… Cuando se clava como ancla y se ilumina como estrella.

Entonces… Uno Crece

Susana Carizza

La ira (y IV)

Los “deberías” que nos enfurecen se fundamentan en cuatro falacias:
1)
Tener derecho
La creencia es la siguiente: como yo quiero muchísimo algo, debo tenerlo. La idea básica es que el grado de la necesidad justifica la exigencia de que alguien tenga que satisfacerla. Se da por sentado que existen ciertas cosas a las que uno tiene derecho. Por ejemplo, estar sexualmente satisfecho, sentirse emocionalmente seguro o disfrutar de un cierto nivel de vida. También descansar siempre que se está cansado, o no estar nunca solo, que su trabajo sea valorado o que sus necesidades sean conocidas sin que le pregunten. La falacia de tener derecho confunde deseo con obligación. Atribuirse derecho daña las relaciones y crea resentimiento. Con ella se niega al otro la libertad de elegir si quiere o no negarse a satisfacer la necesidad de la otra persona. Es una postura que niega el derecho del otro a dar prioridad a su propia necesidad y sus padecimientos.

2) Lo único correcto
En este caso, la idea es que existe un estándar absoluto de comportamiento correcto y justo que las personas deberían conocer y poner en práctica. La convicción de que las relaciones deben ser justas reduce el dar y recibir de la amistad o de la pareja a una serie de registros que se llevan en secreto. Los libros de contabilidad estipulan si estamos en deuda o si nos deben, si recibimos tanto como damos o si nos adeudan demasiado por todos los sacrificios que hemos hecho. La dificultad es que no se suele estar de acuerdo en lo que se considera justo.La medida de lo que es justo es subjetiva y depende de las expectativas, es decir, de lo que se espera, necesita o desea de la otra persona. La justicia puede ser definida de un modo muy autocomplaciente. Para la psicología cognitiva, una vez se descarta la idea de justicia es posible negociar como iguales cuyos intereses están en conflicto.

3) Cambiar a los demás
La idea en este caso es que nos figuramos que tenemos control sobre la conducta de otros. Si bien es cierto que a veces las personas cambian si se les pide, en este caso la creencia es que podemos hacer cambiar a los otros si aplicamos la presión suficiente.Existe un hecho muy básico relativo al comportamiento humano: las personas cambian sólo cuando:
a) El cambio les es gratificante y estimulante.
b) Y, además, deciden cambiar por sí mismas.
La queja constante y las presiones de todo tipo (broncas, chantajes, enfados y morros) inducen una aversión al cambio. Promueven una mayor reticencia a modificar las conductas. Esperar que el otro cambie lleva a la frustración y a la desilusión, es una batalla perdida. A no ser que el otro vea las ventajas de un cambio y alguna gratificación por realizarlo.

4) La falsa liberación de la ira
En este caso pensamos que los que nos causan dolor deberían ser castigados. Suponemos que expresar la ira es algo positivo porque ayuda a descargar el dolor y nos da la oportunidad de una revancha ante la injusticia. Esto es creer que no somos responsables de nuestro dolor, que el dolor lo causó el otro. Se comportó mal y quiso hacer daño, por eso se merece toda la ira para que aprenda a no hacerme más daño. No deberíamos olvidar que somos nosotros mismos los verdaderos responsables de nuestros sentimientos. El dolor y el placer son experiencias privadas. Sólo nosotros sentimos el dolor y la alegría. Nadie puede considerarse responsable de esta experiencia, sólo yo. Si alguien nos está frustrando o causándonos dolor, es nuestra la tarea de negociar nuestras necesidades o bien liberarnos de la relación. Además, es bueno recordar que lanzar la ira puede destruir las relaciones. Cuando el objeto de nuestra ira es causar al otro el mismo grado de dolor que estamos sintiendo nosotros, este empieza a erigir barreras psicológicas para protegerse de nuestros arrebatos. El tejido de una relación se hace más tupido y cicatrizado, haciéndonos insensibles al dolor y al placer. Por eso la ira mata el amor, endureciendo la piel. Imposible sentir el calor y las caricias. La razón principal por la que la liberación de la ira no es buena es que esta raramente lleva a conseguir lo que deseamos, como ser escuchado, valorado, atendido. La ira trae consigo la frialdad, el alejamiento y más ira a cambio. La respuesta es negociar con eficacia y de un modo constructivo o bien alejarse de una relación destructiva.

Lateríos y fritangos

"Cocina para impostores" es la nueva biblia para quienes viven deprisa y alegan que no tienen tiempo para alimentarse bien. Y para componer un menú impostor, "que no pasa de cinco euros", propone "astutas recetas de cocina usando congelados, latas y conservas".
El menú lo componen explicaciones claras, directas "para gente que no sabe ni encender el gas". Y un detalle: incluye proporciones para un solo comensal. "¡Basta de ingredientes para cuatro personas. ¿Y los que estamos solos qué?", reivindica Falsarius Chef, el autor.
Frente a "las recetas enloquecidas", Falsarius trabaja mucho el supermercado. “Hago comida de subsistencia. Trabajo con medios sencillos y no doy nada por sabido", dice orgulloso.
¿Y el laterío imprescindible?: frascos de cristal de verduras y legumbres; un buen atún o bonito del norte; vasitos de arroz SOS (con ellos Falsarius borda la "paella hereje"); sopa de cebolla de sobre; botes de tomate; cebolla, ajo, romero, orégano, pimentón ("para el toque mediterráneo") y una caja de langostinos congelados.
"Siempre que en un plato impostor pongas un langostino, la gente se ciega y dice que es la bomba. Piensan que te has pasado tres horas cocinando, cuando sólo has estado un rato". Pero ése es el truco de los cocineros impostores: engañar a otros comensales, pero sólo en las habilidades, "no se puede bajar la guardia en la calidad".