lunes, 29 de octubre de 2007

A propósito del cambio climático


El cambio climático ha alcanzado carácter de dogma y a su alrededor ha crecido una religión con sus rituales, sus feligreses, sus pecados y sus condenas. Que el Gran Oficiante de esta nueva creencia sea Al Gore no viene sino a confirmar su carácter de patraña y coartada total.
Afiliarse en la defensa del planeta, combatir el agujero de ozono, ducharse deprisa o desconectar la calefacción, va creando un ejército revolucionario de salvación cuyo cariz infantil recuerda los juegos de guardería y los entretenimientos de los hippies en sus versiones más indolentes respecto a la justicia social.
No hay nada como acentuar las amenazas que sufre la Humanidad para perder de vista sus males presentes. El mundo puede sucumbir si no se modifica la relación con los lagos, el aire, los animales y de ello se deriva un descuido de la desorganización política del mundo. La biodiversidad sustituye a la democracia, tirar una pila al suelo se iguala a un inefable delito, no defender la supervivencia de los linces hunde en el mayor descrédito al ayuntamiento o la administración. Y lo que es más rotundo: no implicarse activamente y emocionalmente en la defensa del planeta significa acaso carecer de principios cuando no de hallarse inscrito entre los individuos sospechosos de todo lo peor. El crimen incluido.

Vicente Verdú

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