domingo, 21 de diciembre de 2008

Adeste Fideles - John McCormack - 1915 - Victrola 78 RPM

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La fórmula de la felicidad (II)

La razón occidental y el saber oriental se han dado cita en las dos últimas décadas en el reino de la neurociencia. El propio Dalai Lama, en coordinación con el Mind and Life Institute, propicia desde 1985 encuentros entre budistas y científicos para tender puentes entre ambos mundos. De estos encuentros han surgido iniciativas tan interesantes como las que el doctor Richard Davidson desarrolla en el laboratorio de la Universidad de Wisconsin (EE.UU.), experimentos en los que monjes budistas como Ricard han participado como sujetos de observación para determinar si la meditación realmente transforma el cerebro. Las conclusiones de estos test son asombrosas y emanan de uno de los descubrimientos más importantes de la ciencia en las últimas décadas: el cerebro es plástico. La vieja idea de que las neuronas son las únicas células que no se regeneran y que el cerebro se mantiene igual (o peor) desde que alcanzamos la edad adulta hasta que morimos es totalmente falsa. Pero esto no se supo hasta 1998. Ahora sabemos que sí producimos tejido neuronal nuevo y que el cerebro puede crear nuevas conexiones cerebrales o reforzar las ya existentes mediante acciones tanto externas (acción) como internas (pensamiento). Por ejemplo, el estudio de músicos que habían dedicado más de 10.000 horas a practicar con su instrumento mostró que la áreas cerebrales que controlan el movimiento de los dedos eran mucho mayores que en el resto de las personas. Más interesante aún; con sólo imaginar esos movimientos, el área cerebral relacionada se activa también y puede ejercitarse.El doctor Davidson utilizó la resonancia magnética funcional y el electroencefalógrafo para observar los cerebros de monjes budistas con más de 10.000 horas de meditación a sus espaldas. Estas tecnologías permiten, mediante electrodos colocados en la cabeza del sujeto, ver la actividad eléctrica del cerebro en cada momento y localizar de forma precisa el origen de las distintas señales. Los resultados permitieron localizar las zonas cerebrales que se activan con la meditación y con pensamientos como el altruismo, la alegría o la compasión. En este último caso, concretamente, se detectó un importante aumento del flujo de ondas gamma que, en los meditadores expertos, se mantenía muy alto aun después de abandonar el estado meditativo. Cuando este tipo de onda estaba presente, además, se reducía la actividad cerebral relacionada con emociones negativas como la tristeza y la ansiedad. Es decir, a fuerza de práctica mental, los monjes se habían convertido realmente en personas más compasivas y felices. Afortunadamente, estudios más recientes desarrollados por la doctora Tania Singer muestran que incluso meditadores novatos pueden transformar ligeramente sus ondas cerebrales en sólo dos sesiones.La profesora Singer es neurocientífica y desarrolla su labor en el Centro para el Estudio de los Sistemas Sociales y Neuronales de la Universidad de Zurich. Para ella, el comportamiento social humano se construye con aportaciones de la economía, la neurociencia, la psicología y la filosofía. Todo ello afecta a nuestra manera de relacionarnos, y la clave de nuestro éxito relacional (y, en gran medida, de nuestra felicidad) se halla en la capacidad de comprender cómo se sienten los demás. A esto se le llama empatía. Si la empatía nos conduce a la acción, se convierte en compasión. Los últimos experimentos de la doctora Singer han descubierto que todos los seres humanos tenemos capacidad de empatía de forma innata: cuando sentimos dolor físico, se activa la misma zona cerebral que cuando vemos a otra persona padeciendo ese mismo dolor. Aunque esta capacidad no es igual en todos, sus experimentos también han demostrado que la capacidad para sentir empatía puede entrenarse y aumentar.
La unión entre budismo y ciencia está dando grandes resultados, pero el cerebro puede ser modificado con otras técnicas, además de la meditación. La psicología positiva es una disciplina que proclama precisamente eso: usted puede aprender a ser feliz, sólo es cuestión de método.El psicólogo estadounidense Martin Seligman es padre de la psicología positiva y autor de La auténtica felicidad (2002). Se dedicó durante años al estudio clínico de la depresión, hasta que decidió que la psicología podía servir para mucho más que para curar traumas y enfermedades. Podía servir para ser más felices. Empezó el abordaje de las condiciones de una vida feliz de forma sistemática; él y sus colaboradores han creado escalas muy precisas para medir el grado de felicidad u optimismo de una persona, tests que considera tan precisos como un análisis de sangre que mida el nivel de linfocitos. Para Seligman, la felicidad consiste en crear una vida que contenga momentos placenteros, dedicación y compromiso con la labor que uno desempeña, y un propósito vital que trascienda a uno mismo. Seligman ha diseñado una serie de ejercicios que entrenan la capacidad para ser feliz en cada una de estas facetas. Su método propone realizar el test de nivel de felicidad, hacer los ejercicios propuestos y volver a pasar el test para comprobar los avances. Garantiza mejoras. El test está disponible en español en internet gracias al profesor Carmelo Vázquez, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid. (
http://spanish.authentichappiness.org/). Otro camino novedoso en psicología lo está abriendo el doctor Paul Gilbert, en el Reino Unido. Gilbert ha desarrollado la técnica llamada Compassionate Mind Training (CMT), a caballo entre la meditación budista, los descubrimientos neurocientíficos y la psicología conductista. Esta técnica está ideada especialmente para las personas con un fuerte sentimiento de autocrítica y vergüenza de sí mismas que les hace experimentar a menudo angustia, ansiedad, odio, depresión y agresividad. Es decir, todo lo contrario a la felicidad. Para revertir esta tendencia, Gilbert cree que hay que estimular el circuito opuesto: aquel que nos conecta con sensaciones de amabilidad, cariño, ternura y compasión. Con ejercicios de imaginería mental, trata de activar el sistema fisiológico del paciente relacionado con esas sensaciones, que posiblemente haya sido debilitado o no suficientemente estimulado en el pasado. La gran novedad de la CMT es que usa como herramienta principal la imaginación para influir en el cuerpo y transformarlo, por un principio similar al que hace que, sólo con imaginar que se muerde un limón, la boca produzca más saliva. Por ejemplo, Gilbert propone a sus clientes que imaginen a otras personas en actitud compasiva hacia ellos; que se imaginen a sí mismos y que actúen como si fueran personas muy compasivas; que se escriban cartas llenas de comprensión y amabilidad; que aprendan el arte de la atención compasiva, el pensamiento compasivo y el compor­tamiento compasivo. Los estudios de Gilbert llevados a cabo en los últimos dos años demuestran que esta técnica funciona, incluso con pacientes con problemas graves. Tenga compasión, por favor. Desde Epicuro hasta Buda, de los experimentos de Davidson a los tests de la psicología positiva o los ejercicios de imaginería de Gilbert, todos los especialistas tienen dos cosas muy claras. Una: podemos transformar nuestra mente para ser más felices. Dos: el camino hacia la felicidad pasa por la relación compasiva con los demás. Uno no puede ser feliz si su entorno no es feliz, y si uno es feliz hará todo lo posible para que su entorno sea feliz. El verdadero futuro de la felicidad parece destinado a trascender los límites individuales y convertirse en una transformación social.
(continuará)
Elisabeth Riera