domingo, 30 de septiembre de 2007

El Piano

Educación sentimental (I)


El lenguaje nos juega malas pasadas, porque hay palabras que se vuelven tan equívocas que resultan inservibles. Algo así sucede con la palabra "amor" y sus sinónimos. Cuando se recibe una declaración amorosa del tipo: "Te quiero con toda mi alma", lo sensato (pese a que es un anticlímax) es preguntar: "¿Y para qué me quieres?"

¿Cómo sabe una persona que está enamorada? Tal vez usted piense que "eso se sabe", pero no debe de saberse tan bien cuando tanta gente se equivoca por confiar en evidencias aparentemente claras. Reducir esas dramáticas confusiones es asunto de interés social preferente, porque a todos nos interesa que las parejas funcionen bien.

Los sentimientos tienen las propiedades del cristal. Pueden ser transparentes, tornasolados, opacos, hieren cuando se rompen, y, además, pueden engañarnos, porque todo es según el color del cristal con que se mira. Uno de los avatares más sorprendentes de las relaciones humanas es la frecuencia con que aquello que se elogia al comienzo acaba detestándose años después. El cristal ha cambiado. Lo que empezó beneficiándose de un prejuicio positivo acaba siendo víctima de otro prejuicio, ahora negativo. En estos oleajes cambiantes debemos saber navegar. No podemos prescindir de los sentimientos, pero no podemos fiarnos de ellos. Parece pues necesaria una alfabetización emocional.

(continuará)