viernes, 18 de enero de 2008

La ira ("enroñarse") (I)

La ira es un sentimiento que avergüenza y se suele disfrazar de ironía o rotundidad. Se alimenta y se justifica de mil maneras. También se puede controlar.
Es un sutil veneno que se oculta como tímida damisela en el interior de nuestro corazón. Es vergonzosa porque no está orgullosa de sí misma. Sabe que no es valorada en la sociedad y que la encuentran fea, incluso muy fea. Pero ella se hace pasar a veces por el brillo de la ironía inteligente, por el peso de la autoridad, por la dulzura de la hipocresía, por la rectitud de un hombre severo, por el amor protector de un celoso, por la justicia de un rencoroso o por el humor de un bromista mordaz.

Con esos disfraces hasta puede cosechar fugazmente alguna ración de aplauso y admiración. Mientras pueda camuflarse con tantos disfraces, se asegura la vida y el sustento. Su acción es tan solapada que puede introducirse en todos los ambientes de nuestra mano sin que nadie se dé cuenta, incluído el mismo que la cobija.

Es un arma un poco chapucera, porque cuando dispara carece de sutileza para dar en su diana. Ha pasado por muchos avatares mientras era analizada por la psicología y la biología. Tuvo épocas de esplendor en las que su expresión sin tapujos fue alentada y elogiada por la psicología. Freud y sus seguidores, por medio de la hipótesis de la “catarsis” como método para reducir la agresión, llegaron a elevarla a la categoría de terapia para “vaciar los depósitos emocionales”. La biología la consideró un instinto básico para la adaptación humana. Actualmente, la ciencia ha rechazado muchos mitos sobre la naturaleza instintiva de la agresividad en el hombre, y se sabe ahora que no es ni ineludible ni necesaria. Además, con frecuencia las personas agresivas utilizan la teoría de que “la frustración conduce a la agresión” para justificar y excusar su ira considerándola algo “saludable”.

Las mejores victorias se logran sin la presencia de la ira. La evidencia científica actual sobre la ira indica que esta emoción es básicamente una cuestión de elección. Está determinada por pensamientos y creencias, mucho más que por su bioquímica o por la herencia genética. Airear la ira raramente reporta a algún alivio real. Más bien conduce a más ira, tensión y ­excitación. (continuará)

Una, dos y tres

"Alguno ve desierto donde sólo hay mar"