sábado, 8 de marzo de 2008

El asco (I)

Acostumbrados a hablar de los sentimientos románticamente, yendo del amor a la melancolía o de la ternura a la nostalgia, incluir el asco puede parecer un anticlímax. El asco nos proporciona una clave insustituible para conocer la naturaleza humana. Es un sentimiento universal, presente en todas las culturas, que ha pasado de ser mera fisiología a tener un contenido moral. Este salto nos retrata como especie.
Paul Rozin, uno de los grandes expertos en este asunto, distingue el miedo del asco suponiendo que el miedo surge ante una amenaza corporal, mientras que el asco aparece ante un peligro espiritual. La evolución del sentimiento de asco nos muestra a las claras que somos biología en trance de espiritualizarnos mediante la cultura.
El constructor del puente de Alcántara, Cayo Julio Lacer, colocó en su obra una inscripción, escrita en bello latín, que les traduzco parcialmente: “La arquitectura es el arte supremo mediante el que la materia se vence a sí misma”. Quería decir que las piedras –la materia– tienden a caer, a pesar de lo cual el arte consigue elevar ágiles construcciones que desafían la gravedad. Me gusta aplicar esta frase a la naturaleza humana. Llamo espíritu a esa cualidad de nuestra materia que se vence a sí misma, que se transfigura a sí misma, que nos lanza más allá de la fisiología.
La evolución de nuestros sentimientos y de nuestros deseos sigue este fantástico camino. La sexualidad o la digestión son fenómenos humildes en sus inicios que han dado lugar a una floración amorosa, erótica o gastronómica sorprendentes. El asco pertenece a la gran familia de la aversión. Hay cosas que nos atraen y cosas que nos repelen. Esta es una de las primeras valoraciones que podemos hacer de la realidad. El odio y el miedo también pertenecen a esa familia afectiva. Por eso, al estudiar las fobias, muchas veces resulta difícil saber dónde colocarlas. Llamamos fobia a un miedo o a una repugnancia tan intensa e injustificada que afecta seriamente a la vida de las personas que la sufren. La fobia a las arañas, o a las serpientes, es la exageración de un sentimiento normal, a medio camino entre el miedo y el asco. Asco, miedo y odio son aversiones y se caracterizan porque impulsan a separarse del objeto que las provoca. El miedo, mediante la huida. El asco, mediante el vómito. El odio, posiblemente, deseando destruir el objeto odiado. Miller, uno de los más completos tratadistas de este tema, dice que lo opuesto al amor no es el odio, sino el asco. (continuará)