¿Es posible que muchos de nuestros deseos y pensamientos queden en lo oscuro incluso para nosotros mismos, y que los demás tengan mejor conocimiento de ellos que nosotros?
¿Quién puede haber creído algo distinto alguna vez?
Nadie, nadie que viva y respire con otra persona.
Nos conocemos mutuamente hasta en las más insignificantes contracciones del cuerpo y de la palabra. Sabemos y a menudo no queremos saber lo que sabemos. Sobre todo cuando el abismo entre lo que vemos y lo que el otro cree se hace insoportablemente grande. Sería necesario un valor y una fuerza divinos para vivir consigo mismo en absoluta sinceridad. Es hasta ahí lo que sabemos, incluso sobre nosotros mismos. No hay motivos para la egolatría.
Tren nocturno a Lisboa. Pascal Mercier
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