
Aprender a meditar es sencillo, al menos en teoría, y los beneficios que se pueden obtener al incorporar la práctica a la vida cotidiana son múltiples. Las investigaciones que relacionan la meditación no solo con el bienestar psicológico, sino también con el físico, no paran de aumentar. Está demostrado que la meditación alivia el estrés, previene las cardiopatías, reduce la presión arterial y ayuda a lidiar con el dolor crónico. Algunos centros de salud como la célebre Clínica Mayo la han introducido ya en sus programas. Para empezar, hay que distinguir entre meditar o simplemente relajarse. Aunque la meditación procura relax, ese no es su objetivo. La meditación pretende el dominio de la propia atención y pensamientos, la capacidad de dirigirlos hacia donde deseamos. Se trata de aprender a dominar nuestra mente, en vez de que sea esta quien nos domine a nosotros. Si se decide a probar, busque un rincón tranquilo y concédase un tiempo en que nadie le moleste. Siéntese en el suelo con las piernas cruzadas, las palmas descansando sobre las rodillas y la espalda recta. Un pequeño cojín bajo los isquiones le ayudará a mantener la posición. Respire por la nariz despacio y profundamente. Sienta cómo el aire entra y sale de su cuerpo. Cuando esté preparado, comience a meditar. Hay varias técnicas para conseguirlo, las más habituales son:
• Concentración sobre un objeto único. Escoja un punto donde fijar su mirada, cualquier objeto que se encuentre en un radio aproximado de un metro. Mantenga ahí su vista y también su atención. Acudirán a su mente pensamientos ajenos a ese objeto; no se impaciente. Déjelos pasar como nubes que flotan en el cielo y vuelva a concentrarse. Este ejercicio de fijar la atención una y otra vez es a la mente lo que las repeticiones en las máquinas del gimnasio son a los músculos.
• Visualización. Con los ojos cerrados, imagine un objeto, persona o escena que le resulten familiares y agradables. Trate de recrear en su mente todos los detalles de esa imagen, de hacerlos presentes como si estuvieran realmente frente a usted. Incorpórelos sin dejar que sus pensamientos se enreden en una cadena de consideraciones sobre lo que imagina. Céntrese exclusivamente en la imagen.
• Meditación compasiva. Es el tipo de meditación que parece tener más relación con la felicidad a largo plazo. Según Matthieu Ricard en su libro En defensa de la felicidad, se hace así: “Centre su atención en el sufrimiento de los seres vivos, piense que, igual que usted, todos aspiran a la felicidad y no desean sufrir. Sienta cómo su mente se inunda de compasión y amor por todos esos seres, conocidos y desconocidos, amigos y enemigos, humanos y no humanos. Se trata de un amor incondicional, sin cálculo, sin exclusión. Se engendra este amor en la mente hasta que todo nuestro espíritu quede impregnado de él”.
En cualquier caso, empiece despacio y sin pretender alcanzar el nirvana en la primera sesión. Si es usted novato, comience con sesiones cortas, de cinco a diez minutos, y vaya tomando confianza hasta llegar a los 20 minutos. Se recomienda practicar dos veces al día, a ser posible a primera hora de la mañana y última de la tarde. Tómelo como un elixir para empezar y terminar bien el día.
En cualquier caso, empiece despacio y sin pretender alcanzar el nirvana en la primera sesión. Si es usted novato, comience con sesiones cortas, de cinco a diez minutos, y vaya tomando confianza hasta llegar a los 20 minutos. Se recomienda practicar dos veces al día, a ser posible a primera hora de la mañana y última de la tarde. Tómelo como un elixir para empezar y terminar bien el día.
Elisabeth Riera