Conócete, pues, a ti mismo;
no quieras saber tanto como Dios,
el estudio propio del género humano es el hombre.
Colocado en este istmo como paso intermedio,
un ser tristemente sabio y toscamente grande:
con demasiada erudición de escéptico,
con demasiada debilidad en su orgullo estoico;
cuelga en medio, dudando si actuar o descansar,
dudando si creer que es un dios o una bestia,
dudando si preferir su mente o su cuerpo;
nacido sólo para morir y que razona sólo para errar,
semejante en ignorancia a su raciocinio,
tanto si piensa poco como demasiado,
caos de pensamiento y pasión todo mezclado;
con todo, él solo maltrata y desengaña,
creado mitad para elevarse, mitad para caer,
gran señor de todas las cosas y presa de todas ellas,
juez único de la verdad y siempre sumido en el error.
¡Gloria, burla y enigma del mundo!
¡Adelante, criatura maravillosa!
Móntate sobre la ciencia, adelante,
mide la tierra, pesa el aire y explica las mareas,
instruye a los planetas sobre las órbitas que deben seguir,
corrige la historia y regula el sol.
Adelante, elévate con Platón hasta la esfera empírea,
hasta el primer bien, la primera perfección, la primera belleza,
o pisa la laberíntica esfera que pisaron sus seguidores
y abandona la llamada de la inteligencia imitando a Dios,
corriendo con los sacerdotes de Oriente en círculos vertiginosos,
girando la cabeza para imitar al sol;
adelante, enséñale a la Sabiduria Eterna como gobernar
¡y entonces déjate caer dentro de ti mismo y sé un imbécil!
Seres superiores, cuando últimamente vieron a un hombre mortal
desvelar todas las leyes de la naturaleza,
admiraron tal sabiduría en una figura terrenal,
y mostraron a un Newton como nosotros mostramos a un mono.
¿Podría él, cuyas reglas ciñe el rápido cometa,
describir o precisar un movimiento de su mente?
¿Quién vio sus fuegos surgir aquí y descender ahí?
¿Podría explicar su propio principio o su final?
¡Ay, qué maravilla! La parte superior del hombre
puede ascender libremente y escalar de arte en arte,
pero cuando su propia obra maestra ha comenzado,
lo que la razón teje la razón lo desbarata.
Rastrea la conciencia entonces, con modestia como guía;
primero quítale su equipaje de orgullo,
resta todo lo que no es más que vanidad, o aderezo,
o lujo del aprendizaje, u ociosidad,
o trucos para mostrar la elasticidad del cerebro humano,
mero placer de la curiosidad, o dolor ingenioso;
borra el todo o cercena las partes excrecentes.
De todo, nuestros vicios han creado artes.
¡Mira entonces lo poco que queda,
lo que sirvió al pasado, y debe servir al porvenir!
De "Un ensayo acerca del hombre" de Alexander Pope
no quieras saber tanto como Dios,
el estudio propio del género humano es el hombre.
Colocado en este istmo como paso intermedio,
un ser tristemente sabio y toscamente grande:
con demasiada erudición de escéptico,
con demasiada debilidad en su orgullo estoico;
cuelga en medio, dudando si actuar o descansar,
dudando si creer que es un dios o una bestia,
dudando si preferir su mente o su cuerpo;
nacido sólo para morir y que razona sólo para errar,
semejante en ignorancia a su raciocinio,
tanto si piensa poco como demasiado,
caos de pensamiento y pasión todo mezclado;
con todo, él solo maltrata y desengaña,
creado mitad para elevarse, mitad para caer,
gran señor de todas las cosas y presa de todas ellas,
juez único de la verdad y siempre sumido en el error.
¡Gloria, burla y enigma del mundo!
¡Adelante, criatura maravillosa!
Móntate sobre la ciencia, adelante,
mide la tierra, pesa el aire y explica las mareas,
instruye a los planetas sobre las órbitas que deben seguir,
corrige la historia y regula el sol.
Adelante, elévate con Platón hasta la esfera empírea,
hasta el primer bien, la primera perfección, la primera belleza,
o pisa la laberíntica esfera que pisaron sus seguidores
y abandona la llamada de la inteligencia imitando a Dios,
corriendo con los sacerdotes de Oriente en círculos vertiginosos,
girando la cabeza para imitar al sol;
adelante, enséñale a la Sabiduria Eterna como gobernar
¡y entonces déjate caer dentro de ti mismo y sé un imbécil!
Seres superiores, cuando últimamente vieron a un hombre mortal
desvelar todas las leyes de la naturaleza,
admiraron tal sabiduría en una figura terrenal,
y mostraron a un Newton como nosotros mostramos a un mono.
¿Podría él, cuyas reglas ciñe el rápido cometa,
describir o precisar un movimiento de su mente?
¿Quién vio sus fuegos surgir aquí y descender ahí?
¿Podría explicar su propio principio o su final?
¡Ay, qué maravilla! La parte superior del hombre
puede ascender libremente y escalar de arte en arte,
pero cuando su propia obra maestra ha comenzado,
lo que la razón teje la razón lo desbarata.
Rastrea la conciencia entonces, con modestia como guía;
primero quítale su equipaje de orgullo,
resta todo lo que no es más que vanidad, o aderezo,
o lujo del aprendizaje, u ociosidad,
o trucos para mostrar la elasticidad del cerebro humano,
mero placer de la curiosidad, o dolor ingenioso;
borra el todo o cercena las partes excrecentes.
De todo, nuestros vicios han creado artes.
¡Mira entonces lo poco que queda,
lo que sirvió al pasado, y debe servir al porvenir!
De "Un ensayo acerca del hombre" de Alexander Pope
No hay comentarios:
Publicar un comentario